domingo, 23 de septiembre de 2018

Erasmo de Rotterdam. Elogio de la locura (Jordi Savall. La Capella Reial de Catalunya. Hespèrion XXI)


Erasmo de Rotterdam permaneció en la memoria cultural gracias sobre todo a los hermosos retratos realizados por Holbein, Durero y Quentin Massys, así a una obra de juventud, el Elogio de la locura. Su inmensa obra y su vida, conocidas sólo por un puñado de especialistas, empezaron a estudiarse más ampliamente y a difundirse a partir de los primeros años del siglo XX; gracias a diversos ensayos y, en especial, al libro de Stefan Zweig, Erasmo, Triunfo y tragedia de una idea (publicado en Austria en 1934, en Francia en 1935, en Italia en 1935, etcétera), se comenzó a conocer mejor la verdadera dimensión de ese gran viajero a quien apasionaba la búsqueda del diálogo y la paz. En su Querella de la paz proclama: «El mundo entero es la patria de todos», y lo hace en una época en que Europa combate a sangre y fuego. Los odios que enfrentan a ingleses, alemanes, españoles, italianos y franceses le parecen un absurdo.

Erasmo siempre está dispuesto a tomar la pluma contra las injusticias, las guerras, el fanatismo e incluso la decadencia moral de su propia Iglesia. El reino de Erasmo, cuya autoridad se extiende en esos inicios del siglo XVI sobre todos los países de Europa, es un reino que triunfa sin recurso a la violencia, sólo con el poder de su fuerza espiritual. Como nos dice Zweig: «Durante un momento maravilloso, Europa está de acuerdo con el soñado deseo humanístico de una civilización uniforme, que, con un idioma universal, una religión universal, una cultura universal, debía poner fin a la primitiva y fatal discordia, y esta inolvidable tentativa queda memorablemente unida con la figura y el nombre de Erasmo de Rotterdam. Pues sus ideas, sus deseos y sueños han dominado a Europa durante una hora universal de su Historia, y es una fatalidad para él, y al mismo tiempo para nosotros, que esta pura voluntad espiritual de una definitiva unificación y pacificación del Occidente sólo haya sido un entreacto, rápidamente olvidado, de la tragedia, escrita con sangre, de nuestra común patria».

Según Erasmo, la tiranía de una idea es una declaración de guerra a la libertad del espíritu, por lo que a lo largo de toda su vida se niega tomar partido por una ideología o una formación, convencido de que un hombre de partido está obligado a creer, pensar y sentir con parcialidad. Por eso Erasmo respeta todas las ideas al tiempo que rechaza reconocer la autoridad de ninguna. Es el primer pensador en definirse como europeo, defiende el acceso de todos a la cultura y el conocimiento como base fundamental para la educación de la humanidad, porque considera que sólo el individuo inculto e ignorante se abandona sin reflexión a las pasiones. Por desgracia, hacia el final de su vida se ve enfrentado a la brutal realidad de un mundo violento e incontrolable: «En París han quemado a fuego lento a su traductor y discípulo Berquin [1529]; en Inglaterra, sus queridos John Fisher y Tomás Moro, sus más nobles amigos, han sido arrastrados bajo el hacha del verdugo [1535]». Zwinglio, con el cual había intercambiado tantas cartas muere en la batalla de Cappel (1531)... Roma es saqueada por las tropas imperiales de Carlos V (1527).

Sin embargo, lo que más lo afectará será el enfrentamiento con Lutero; sabedor de que su combate pacífico está perdido de antemano a causa de la obstinación y la rigidez, no tarda en ver venir la catástrofe. «Ojalá esta tragedia no termine de forma desdichada», exclama, asaltado por lúgubres presentimientos. En esos años, al ver que la revuelta campesina se dirige contra sus apoyos señoriales, Lutero condena los levantamientos de 1525 en un breve panfleto de una rara violencia, un verdadero llamamiento a la matanza titulado Contra las bandas ladronas y asesinas de campesinos y en el que escribe: «quien pueda ha de abatir, degollar o apuñalar al rebelde, en público o en privado, y ha de pensar que no puede existir nada más venenoso, nocivo y diabólico que un rebelde [...] Es tiempo de la espada y de la cólera y no de la gracia. Así pues, la autoridad ha de proceder ahora sin temor y golpear con buena conciencia, mientras corra la sangre por sus venas. [...] Por esto, queridos señores, [...] el que pueda, que apuñale, raje, estrangule» (Martín Lutero, Escritos políticos, trad. Joaquín Abellán, Madrid, Tecnos, 1999, pp. 95-101). Lutero toma sin miramientos el partido de la autoridad en contra del pueblo. Y al final, cuando los campos de Wurtemberg quedan anegados en sangre, confiesa con extremada valentía: «Yo, Martín Lutero, he matado a todos los campesinos rebeldes, porque he ordenado abatirlos: tengo su muerte sobre la conciencia».

Erasmo se siente desolado al ver que «entre religión y religión, entre Roma, Zúrich y Wittenberg, se guerrea bárbaramente; entre Alemania y Francia e Italia y España, se suceden infatigablemente las campañas militares, como errantes tempestades; el nombre de Cristo ha llegado a ser grito de guerra y pendón para acciones militares». Ha sido finalmente la historia del siglo XX la que ha mostrado del modo más cruel esa sobreestimación de lo civilizado; Erasmo no pudo imaginar el problema terrible y casi insoluble del odio racial. Sin embargo, como dice Stefan Zweig: «Siempre fueron necesarios al mundo hombres que se negaran a creer que la historia no sea nada más que una roma y monótona repetición de sí misma, un juego sin sentido que se renueva siempre de igual modo con cambiados ropajes, sino que confían, sin pruebas para ello, en que el curso de la vida de la humanidad significa un progreso moral, en que nuestra especie, por invisibles escalones, asciende desde la bestialidad a la divinidad, de la brutal violencia hacia un sabio espíritu de ordenación y que este último, el grado supremo de la completa concordia humana, está ya próximo, ya casi alcanzado. [...] No, no puede pasar mucho tiempo, tal como lo proclaman con júbilo Erasmo y los suyos, antes de que la humanidad, conocedora de sus propias fuerzas y tan pródigamente dotada de ellas, tenga que reconocer su misión ética, vivir en lo porvenir únicamente de un modo fraternal, proceder moralmente y extirpar de modo eficaz los residuos de su naturaleza bestial. [...] Pero no es la bendita aurora lo que amanece sobre la tierra tenebrosa: es el incendio que destruirá su mundo idealista; al igual de los germanos en la Roma clásica, así irrumpe Lutero, el fanático hombre de acción, con la irresistible fuerza de choque de un movimiento popular nacional, en su mundo de ensueños supranacionales e idealistas, y antes aún de que el humanismo haya comenzado verdaderamente su obra de unificación universal rompe la Reforma, con los golpes de su martillo de hierro, la última unidad espiritual de Europa, la Ecclesia universalis».

El proyecto de este nuevo libro-CD nace ante todo de la idea de rendir un gran homenaje a ese humanista excepcional mediante el diálogo vivo de los textos y las músicas de época, situados plenamente en su contexto histórico. Para ello le cedemos la palabra, con textos extraídos de su correspondencia y de algunos de sus escritos fundamentales. Además del propio Erasmo, escucharemos también las voces de la Locura y de Tomás Moro y Lutero. Los textos, en diálogo con las músicas de la época, son recitados en francés por Louise Moaty (la Locura), Marc Mauillon (Erasmo y Adagios) y René Zosso (Tomás Moro, Maquiavelo y Lutero) en tres de los compactos del libro. A modo de complemento, todos los textos estarán también disponibles en Internet con el mismo acompañamiento musical en otras seis lenguas europeas: alemán, inglés, castellano, catalán, neerlandés e italiano. Por último, para quienes se interesan sólo por la audición de las músicas, añadimos otros tres discos compactos sin los recitados. Los textos de la Locura van acompañados con improvisaciones, variaciones o adaptaciones vocales o instrumentales sobre el tema musical de la folia; en los discos 2 y 3, en cambio, los principales acontecimientos de la vida de Erasmo y de su época están acompañados por las músicas de Dufay, Josquin, Sermisy, Lloyd, Isaac, Du Caurroy, Moderne, Morales, Trabaci y piezas anónimas occidentales, sefardíes y otomanas.

Estamos convencidos de que las ideas de ese gran humanista, sus reflexiones críticas y su pensamiento filosófico constituyen una fuente esencial de sabiduría humanística y espiritual, sin dejar de ser, incluso después de 500 años, de una actualidad sorprendente; lo mismo que el premonitorio juicio de Tomás Moro -gran amigo suyo y notable pensador- en su obra Utopía: «donde hay propiedad privada y donde todo se mide por el dinero, difícilmente se logrará que la cosa pública se administre con justicia y se viva con prosperidad. A no ser que pienses que se administra justicia permitiendo que las mejores prebendas vayan a manos de los peores, o que juzgues como signo de prosperidad de un Estado el que unos cuantos acaparen casi todos los bienes y disfruten a placer de ellos, mientras los otros se mueren de miseria». Esta descripción precisa de la crisis actual de Europa y el mundo escrita hace cinco siglos muestra hasta qué punto el estudio y el conocimiento de esos grandes pensadores humanistas puede ayudarnos a reflexionar sobre nuestro destino humano y a encontrar nuevos caminos de diálogo, justicia y paz. Con las ideas de esos humanistas, se perfila ya el postulado, que todavía no se ha realizado plenamente, de una Unión Europea agrupada bajo el signo de una cultura y una civilización comunes; de una Europa unida que sepa desarrollarse a partir de una idea moral, que esté muy por encima de los intereses económicos o territoriales.

sábado, 7 de abril de 2018

Lecciones de Contrapunto - Lección 1

El material aquí expuesto se realiza con fines educativos.

Comenzaremos por la construcción del cantus firmus, la línea melódica a la que más tarde se le agregará un contrapunto. El significado de una nota cualquiera depende por completo de sus relaciones contextuales en la dimensión horizontal.
El cantus firmus (CF) no es una melodía propiamente dicha, sino una abstracción de ésta en la cual el elemento lineal está separado de otros aspectos del diseño melódico.
El CF constará de notas del mismo valor rítmico (redondas) para poder así combinarse con contrapuntos de distintas especies. El CF no debe ser tan extenso como para que la homogeneidad de las figuras resulte molesta, pero sí lo suficiente como para constar de un principio, un punto culminante y un final. Como norma el CF constará de entre ocho y dieciséis notas.
El CF, y de hecho todas las líneas melódicas de los ejercicios de especies, están concebidos en términos de la voz. Algunos intervalos, fáciles de ejecutar en un instrumento, resultan difíciles de cantar. Por lo general, los intervalos de poca envergadura son más fáciles de cantar, como los consonantes más que los disonantes y los diatónicos más que los cromáticos.
El CF no debe contar con intervalos que sobrepasen la octava, y tampoco saltos disonantes o semitonos cromáticos. Los intervalos melódicos utilizables son, pues, los siguientes: segundas y terceras mayores y menores, cuartas y quintas justas, sextas mayores y menores, y octavas justas.
Las consideraciones vocales también afectan al ámbito melódico del CF ya que la voz es, por supuesto, más limitada que la de muchos instrumentos. El CF se restringirá por tanto a un área más reducida. Una décima entre las notas más aguda y más grave deberá ser el ámbito máximo. En realidad, la mayoría de los cantus firmi se desenvuelven dentro de límites más cerrados, muchos dentro de la extensión de una quinta o sexta.
Cuando escuchamos una línea melódica experimentamos más que una mera sucesión de notas, percibimos un movimiento tonal. El hecho de que la música sea un arte cinético, que implica movimiento, forma parte de la experiencia de toda persona musicalmente sensible. Un movimiento musical tiene dirección si muestra un comienzo y un fin claramente definidos.
Todo CF debe contar con un punto álgido o culminante. Esta nota servirá como objetivo del movimiento procedente de la primera nota, y al mismo tiempo como comienzo de la segunda curva melódica descendente a la nota final. La nota culminante no debe repetirse. 


 
En el Ejemplo 1-a) la nota inicial Do domina toda la línea, y las notas Re y Si son notas de ornamentación; no hay ningún punto álgido ni objetivo de movimiento. El Ejemplo 1-b) muestra ya un tipo rudimentario de dirección, sin embargo la repetición de la nota más aguda (Fa) y la consecuente inmovilización de la línea en mitad del ejercicio impiden que este ejemplo establezca un sentido de dirección satisfactorio.
El último ejemplo es el mejor construido de los tres.

El CF puede resultar insatisfactorio aunque cuente con un principio, un punto álgido y un final.


Consideremos el Ejemplo 2. La línea melódica cuenta con un punto elevado y no carece completamente de dirección, pero aún así resulta inservible para nuestros propósitos. Las notas entre el comienzo y el punto elevado en la primera parte, y entre éste y el final en la segunda, no conducen la línea hacia adelante de un modo convincente, y cada nota parece actuar independientemente en lugar de formar parte de un todo más amplio, predominando además el movimiento por salto.
En interés de la continuidad, el CF constará predominantemente de movimiento conjunto.
Véase el Ejemplo 3. La línea melódica no carece de dirección o continuidad, pero resulta demasiado homogénea o indiferenciada. No satisface una necesidad estética fundamental: la variedad.


Cada CF contará entre dos y cuatro saltos, la dirección de la línea melódica deberá cambiar en varias ocasiones durante el curso del ejercicio. Los saltos mayores de una tercera deberán continuarse con un cambio de sentido, preferentemente por movimiento conjunto. Evítense dos saltos consecutivos en la misma dirección, así como más de dos saltos consecutivos en general.
Evítese un excesivo movimiento en la misma dirección, tanto el originado por una progresión por grados conjuntos exclusivamente (cinco notas podría ser un límite razonable), por una progresión por grados conjuntos seguida de un salto considerable, o por una progresión por grados conjuntos entremezclada con varios saltos pequeños.
Un CF se encuentra en estado de equilibrio cuando ningún elemento individual predomina hasta el punto de poder perjudicar la estabilidad de su totalidad. El desequilibrio puede resultar de alguno de estos factores: excesivo movimiento en una misma dirección, tensiones melódicas no resueltas y repeticiones de la misma nota o de grupos de notas. A estas observaciones podemos añadir una tercera: el alumno tratará de no proceder demasiado tiempo por movimiento conjunto en la misma dirección. Cinco notas parecen ser el límite en la mayoría de los casos.
Compárense las tres líneas melódicas del Ejemplo 4: las dos primeras son satisfactorias, mientras que la tercera, que extiende la escala un grado más, resulta poco elegante.


Evítese, por tanto, un excesivo movimiento en la misma dirección, tanto el originado por una progresión por grados conjuntos exclusivamente, por una progresión por grados conjuntos seguida de un salto considerable, o por una progresión por grados conjuntos entremezclada con varios saltos pequeños.
Véase el Ejemplo 5. 

Los corchetes en a), b) y c) indican que los intervalos disonantes están formados por la primera y última notas de un movimiento en la misma dirección. En el Ejemplo 5-d) la línea alcanza su punto álgido en la sensible. El oyente espera una continuación hacia la tónica y no acepta el séptimo grado como un punto culminante adecuado; consecuentemente, el equilibrio lineal resulta afectado. Lo mismo es válido para el séptimo grado alterado ascendentemente en el modo menor.
Las exigencias del CF excluyen la repetición inmediata de una nota (véase Ejemplo 6). 


En primer lugar esta repetición extiende el valor de la nota, rompiendo la necesaria igualdad rítmica del cantus; en segundo lugar la nota repetida recibe el énfasis excesivo y se crea un punto estático que desequilibra la línea melódica en su totalidad.
En el Ejemplo 7 no se da una repetición inmediata, pero la frecuente aparición de Do crea un estado de desequilibrio extremo. Una nota no debe aparecer con una frecuencia tal como para dominar la totalidad del ejercicio.
La nota más aguda no debe repetirse, mientras que la más grave es menos perceptible y puede hacerlo en ocasiones. Si la tónica inicial es la nota más grave debe repetirse al final del ejercicio.


La repetición de un grupo diferenciado de notas produce un efecto redundante. Considérese el Ejemplo 8, en el que la línea melódica es tan corta que la repetición de tan sólo tres notas resulta molesta. La repetición crea además un efecto de ruptura de la continuidad de la línea melódica. 


El alumno deberá evitar por razones similares el empleo de las llamadas secuencias. Una línea como la del Ejercicio 9 no sigue los preceptos del contrapunto de especies.


Para que el CF forme un todo autónomo —cualidad de completo— deberá comenzar y finalizar en la tónica. Después de la nota inicial la línea puede continuar por grados conjuntos o salto, y la aproximación a la nota final será siempre por grados conjuntos. Al concluir el CF es preferible llegar a la nota descendentemente. Como regla general el movimiento ascendente produce un incremento de tensión, mientras el descendente produce lo contrario. Sin embargo, por razones de variedad o equilibrio, en ocasiones puede ser beneficioso llegar a la tónica desde abajo, en este caso el movimiento hacia la nota final debe ser de semitono, por lo tanto en el modo menor deberá alterarse el séptimo grado. La progresión 6-7-1(8) en menor requiere la alteración del sexto grado.

Cantus firmi modales

Al escribir cantus firmi modales, el alumno debe tener en cuenta:
  1. En relación con la conducción de las voces, los modos jónico y eolio (en Do y La, respectivamente) pueden considerarse como equivalentes a los modos mayor y menor respectivamente.
  2. La distinción entre modos plagales y auténticos se complica en la música polifónica. El alumno puede por tanto hacer caso omiso de esa distinción.
  3. En texturas polifónicas el modo lidio (en Fa) utiliza regularmente el Si bemol. Este modo es, por tanto, equivalente a un jónico transportado.
La eliminación, para nuestros propósitos de los modos plagales y del eolio, jónico y lidio como distintivos de mayor y menor nos deja con tres modos: dórico, frigio y mixolidio.
El modo dórico sin transportar gravita en torno a Re. Cuando el séptimo grado desempeña la función de sensible se altera a Do sostenido. El sexto grado se da de varias formas, en ocasiones, como Si natural y otras como Si bemol. En general, el natural se emplea en las líneas ascendentes y el bemol en las descendentes. El Ejemplo 10 muestra algunas posibilidades.


El modo frigio está construido sobre Mi. En líneas melódicas en el modo frigio el segundo grado desempeña una función de sensible (debido al semitono entre el primer grado y el segundo). El séptimo grado, Re, se altera rara vez a Re sostenido. En la música polifónica el modo frigio emplea el Si bemol sólo ocasionalmente.
El Ejemplo 11 muestra algunos ejemplos de cantus firmi en modo frigio.


El Sol es la nota principal del modo mixolidio. Como en el dórico, el séptimo grado se altera cuando se desea una sensible. El Si bemol se da con frecuencia en las progresiones descendentes en este modo (Ejemplo 12).


Para más información sobre los modos, puede consultarse la obra Counterpoint de Jeppesen, la cual cuenta con mucha información valiosa al respecto.

El Ejemplo 13 presenta unos cuantos cantus firmi en distintas tonalidades.


Y aquí concluye esta lección dedicada a la elaboración de un Cantus Firmus.

Bibliografía:

Salzer, F., Schachter, C. (1999). El contrapunto en la composición: el estudio de la conducción de las voces.

jueves, 15 de febrero de 2018

La música de Alfonso Peduto ha sido para mí un grato descubrimiento. Poco sé —por no decir nada— acerca de este autor con claras influencias minimalistas. Selecciono unos cuantos vídeos de youtube para mostrar su buen quehacer musical.