La antigua Grecia fue cuna de Occidente y de su pensamiento. El siglo XVIII, con las luces de la Razón intentó apartar la superchería del Estado y avanzar en derechos humanos. En medio de estos dos momentos, una rígida teocracia falocrática con tendencia a la perversión tanatofílica y con cierta admiración por la inmovilidad de los cadáveres. No es de extrañar que la realidad se encontrara anegada por el barro del valle de lágrimas, donde fueron ahogados y enterrados los instintos vitales, y donde salieron a la superficie y se impusieron las pulsiones de la muerte, pulsiones preparadas para gobernar Europa durante siglos.
José Ángel G. G.
Los pilares de todas las religiones -por lo menos las vigentes- son el dogma, el misterio y la culpa. Estas son las bases indispensables para el ejercicio del control social. Ciertamente el cristianismo, incluídas todas sus ramificaciones, es una de las peores. Resulta clarísima su marcada tendencia tanatofílica, al repudiar las manifestaciones vitales del instinto que es sencillamente lo que preserva la vida, además del hecho de tener que morir previamente para poder alcanzar el estado óptimo en el ser humano.
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